15 de marzo de 2018
Por Jesús Pérez
El objetivo de Médicos del Mundo es mitigar los efectos de la violencia en el bienestar psicosocial de las personas. Aunque ya no figure en los titulares de las noticias, como ocurre con todas las crisis humanas que se alargan hasta el infinito, la población palestina sigue sufriendo. Es lo que llamamos una «crisis crónica» y compleja; uno de los escenarios más difíciles para las organizaciones humanitarias, que necesitan superar las enormes limitaciones impuestas por las autoridades israelíes para prestar la ayuda necesaria. Además, en el año 2017 la violencia y crueldad de esta crisis que se ha agudizado.
Israel continúa imponiendo restricciones severas y discriminatorias a los derechos humanos de la población palestina, facilitando la transferencia de civiles israelíes a la Cisjordania ocupada y restringiendo severamente el movimiento de personas y mercancías dentro y fuera de la Franja de Gaza.
Demoliendo viviendas, destruyendo vidas
La demolición de viviendas y otro tipo de edificaciones –como colegios– y el desplazamiento forzoso de población palestina en general, y comunidades beduinas en particular, es un elemento central del conflicto palestino-israelí. Son medidas que responden a la política de expansión y confiscación de tierras que lleva realizando Israel desde los inicios de la ocupación y que tienen graves consecuencias para la salud de las personas.
Una demolición o confiscación suele ser un proceso largo: desde que se recibe la orden de detención de los trabajos hasta que se lleva a cabo la demolición, pueden pasar años. Durante ese tiempo las familias y comunidades beduinas viven situaciones de inseguridad y estrés, que generan un importante efecto negativo en su salud metal. En la mayoría de los casos aparecen síntomas traumáticos que comprometen el bienestar psicológico y social de las personas afectadas, sobre todo de las personas más vulnerables, como es el caso de las mujeres, niñas y niños.
El objetivo de Médicos del Mundo es precisamente mitigar los efectos de la violencia en el bienestar psicosocial de las personas afectadas. En concreto, trabajamos en las comunidades beduinas del Área C de Cisjordania (principalmente, aquellas ubicadas en la Gobernación de Jericó, Valle del Jordán) y del Área E1 de Jerusalén Este, facilitando acceso a servicios médicos y de salud mental.
La sociedad aragonesa sostiene económicamente parte de este proyecto, que ha permitido que ocho comunidades beduinas y 258 víctimas de violencia política (55 mujeres, 46 hombres, 79 niñas y 78 niños) reciban atención médica especializada. Además, gracias al proyecto se ha realizado un protocolo específico de emergencia para la población víctima de la violencia
También hemos formado a orientadores escolares en habilidades comunicativas, primeros auxilios psicológicos, autocuidados y gestión del estrés. Ahora están preparados para dar una respuesta adecuada ante las situaciones de emergencia que genere la violencia política en sus comunidades, pero especialmente con la población beduina.
Beduino significa «morador del desierto». Son, efectivamente, un grupo de población de vocación nómada, aunque las transformaciones sociales y la presión de Israel les han forzado a llevar una vida cada vez más sedentaria. Las fronteras, muros y alambradas les impiden el pastoreo y sus zonas habituales de trashumancia han sido sustituidas por terrenos militares, complejos turísticos y zonas residenciales o agrícolas para colonos. El desierto en el que en realidad habitan es un desierto de derechos: las y los beduinos tienen sed de tranquilidad y de respeto por su forma de vida.
Sobre el autor de este artículo: *Psicólogo. Coordinador de salud mental de Médicos del Mundo en los Territorios Ocupados Palestinos.
Fuente: http://www.diariodemallorca.es